El Trastorno del Espectro Autista es un trastorno neuroevolutivo que afecta a diferentes aspectos del desarrollo, especialmente a las habilidades sociales y de comunicación. El hecho de que se trate de un trastorno del neurodesarrollo implica que estos signos no sean transitorios, sino que persisten en el tiempo, con mayor o menor intensidad.
Una de las particularidades más características del TEA es precisamente su condición de Espectro, que nos informa de la presencia de una serie de rasgos que se manifiestan en formas muy diversas y en un continuum de gravedad. Nos encontramos, por tanto, con una gran heterogeneidad de perfiles englobados en este diagnóstico; es decir, las personas con TEA pueden mostrar solo algunos de estos rasgos y de manera sutil o la gran mayoría de ellos y en un grado severo, de ahí que hablemos de un espectro muy heterogéneo.
Esta particularidad, conlleva una serie de inconvenientes o desventajas. Por un lado, dificulta la unanimidad de criterios diagnósticos. También genera una percepción social equivocada o exagerada del trastorno. A pesar de que la concienciación del TEA ha aumentado mucho en los últimos años, gran parte de la sociedad sigue teniendo una imagen de este trastorno, en ocasiones, desajustada. Por último, esta heterogeneidad de la que hablábamos, aumenta la confusión entre los profesionales, llegando a dificultar la detección precoz y la derivación.
Entonces, ¿qué condiciones deberían darse para que hablemos de TEA?
Deficiencias persistentes en la comunicación social y en la interacción social en diversos contextos.
Las personas con diagnóstico de TEA presentan dificultades relacionadas con los procesos de comunicación e interacción, que se pueden manifestar en grados muy diversos: desde un uso inexistente del lenguaje hasta una conducta y vocabulario particulares. Suelen mostrar dificultades para la comprensión y ajuste a los diferentes
contextos sociales y es frecuente que presenten alteraciones en la percepción o integración sensorial que pueden afectar a su capacidad de regulación.
Algunos de los signos observables relacionados con este criterio serían: aleteo o caminar de puntillas, ausencia de contacto ocular, ausencia de lenguaje o uso inadecuado del mismo, interés inusualmente intenso por ciertos objetos o por ciertas experiencias sensoriales y poca o nula interacción con sus iguales.
Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades.
El deseo de invariancia es la base de este tipo de comportamientos. La dificultad para anticipar e interpretar los cambios hace que la mayoría de los niños y adultos con diagnóstico de TEA prefieran la monotonía y repetición de rutinas, ya que les resultan más fáciles de predecir y les aportan seguridad y sensación de bienestar. Tanto es así, que llegan a dedicar un porcentaje muy alto de su tiempo a aquello que les gusta.
En este sentido, nos gustaría puntualizar que esta tendencia, en ocasiones obsesiva, unida a una buena capacidad de observación y análisis de detalles hace que puedan llegar a lograr niveles de conocimiento elevadísimos de sus áreas de interés.
Los síntomas han de estar presentes en las primeras fases del período de desarrollo.
Los primeros signos de TEA suelen ser sutiles, y se van manifestando de manera más evidente en el segundo y tercer año de vida. La aparición de dichos síntomas suele ser muy paulatina dado que, lo que observaremos es que el niño o la niña no está desarrollando ciertas habilidades o intereses de la manera que cabría esperar a su edad. Por tanto, cuanto mayor es el niño, más fiable es el diagnóstico. En este sentido, en ocasiones se observan casos de regresión después de un periodo de desarrollo normativo.
Existe absoluta unanimidad acerca de la importancia de la detección precoz y del inicio de intervención de forma temprana. Ante la sospecha de un posible caso de TEA, tanto en el ámbito familiar como educativo, resulta fundamental buscar la opinión de un profesional (neurólogo, pediatra o psicólogo especializado), que pueda darnos las pautas necesarias y guiarnos en los pasos a seguir para lograr un desarrollo óptimo y funcional del niño.
En Ngil Logopedia y Psicología estamos especializadas en este ámbito, así que, si deseas más información, ponte en contacto con nosotras.
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